La función de la glándula tiroidea es producir, almacenar y liberar en la sangre hormonas tiroideas, también conocidas como T3 (triyodotironina) y T4 (tiroxina), muy parecidas entre ellas y cuyo compuesto básico es la tiroxina.
Estas hormonas son vitales ya que intervienen en el desarrollo del sistema nervioso y además regulan el metabolismo y por tanto el ritmo al que el cuerpo quema calorías para producir energía, por lo que influyen en casi todas las células del organismo y son necesarias para controlar las funciones de todos los órganos de nuestro cuerpo.
Entre otras muchas funciones, controlan la frecuencia cardiaca, las concentraciones de colesterol, intervienen en la síntesis del glucógeno y en la utilización de glucosa, son necesarias para la formación de vitamina A, mantienen la temperatura corporal, el tracto gastrointestinal, la memoria y al determinar la rapidez con que los alimentos se transforman en energía (que hemos dicho que es el metabolismo) influyen en el peso corporal, la fuerza muscular, los nervios y el nivel energético. Además controlan la cantidad de calcio en la sangre.
Para llevar a cabo su función y verter la dosis adecuada de hormonas tiroideas en sangre, el tiroides se ayuda de otras dos glándulas que se encuentran en el cerebro. Es importante comprender su mecanismo:
* La hipófisis o pituitaria detecta constantemente la cantidad de hormonas tiroideas que hay en sangre. Si no hay suficiente, produce y libera una hormona, llamada precisamente TSH (Thyroid Stimulating Hormone), que estimula el tiroides. Por tanto, al subir el nivel habitual de TSH, el tiroides se activa (aumenta el tamaño y la capacidad secretora de las células tiroideas), capta más yodo (aumenta la actividad de la bomba del yodo) y produce más hormonas T3 y T4.
Cuando la hipófisis detecta que ya existe en la sangre la cantidad adecuada de hormonas tiroideas, reduce la producción de TSH a los valores normales.
* Para recoger toda la información necesaria para esta autorregulación, la hipófisis se ayuda de otra glándula, el hipotálamo, que se encuentra junto a ella y que, ante la falta de hormonas tiroideas, libera TRH (Thyrotropin Releasin Hormone) que pasa a la hipófisis haciéndola producir TSH.
La medición de la TSH es una de las variables esenciales a vigilar en cualquier patología tiroidea, y también del cáncer de tiroides, pues nos indicará el nivel al que trabaja tu metabolismo. Tener unas concentraciones adecuadas de TSH, T3 y T4 es imprescindible para que el cuerpo funcione bien y con energía y también para los procesos cognitivos.
Carlos Sánchez Juan
U. Endocrinología y Nutrición
Departamento Valencia-Hospital General
Universitat de València